Ginebra, 20 de septiembre.- Caminar junto con Cruz Melchor Eya Nchama por los pasillos del Palacio de las Naciones, sede de la ONU en Ginebra, es apenas un indicativo de la historia que este defensor ecuatoguineano ha acumulado en casi cuatro décadas de trabajo por los derechos humanos: a cada instante se le acerca algún funcionario, algún representante de una organización no gubernamental, o simplemente alguien, a secas, sin etiquetas o categorías, a saludarlo.
Es imposible que pase desapercibido. Él, por su parte, responde a cada gesto -manos extendidas, saludos en palabras- con deferencia, sin importar de quién se trate. Da la impresión que con todos ha trabajado en algún momento de su larga trayectoria.
“Los defensores nos debemos a las víctimas”
Cruz Melchor Eya Nchama tiene la habilidad de resumir en pocas palabras problemáticas que en cualquier escenario desatan grandes debates. “Para mí sólo existen dos categorías de personas: las que defienden los derechos humanos y las que los violan”, sentencia, pero al mismo tiempo advierte que quienes se ubican en el primer grupo, se enfrentan a una actividad permanente, atemporal y sobretodo desligada de cualquier interés particular que pretenda instrumentalizar el conjunto de garantías fundamentales.
Insiste en los derechos humanos como una cultura de vida, no simplemente como “un discurso político que sirve a intereses”. “Si un Estado promueve la cultura de los derechos humanos, y ésta se interioriza en las personas, en esa medida habrán menos violaciones”, subraya el experto y agrega que “todos los países tienen problemas de derechos humanos… todos, sin excepción… la diferencia está en cómo se resuelven”.
Como ejemplo menciona a Suiza, país que le otorgó asilo político en 1975 y la nacionalidad en 1998. “Aquí se buscan soluciones por medio del debate político, de la discusión, de las propuestas… aquí no se mata para ocultar los problemas” como ocurre en otras latitudes.
“Nosotros que defendemos los derechos humanos, nos debemos a las víctimas… eso es claro, no a los que los violan”, responde al inquirirle cuál es el rol de un defensor. Sin embargo, considera que a quienes cometen violaciones se les debe “enjuiciar y sancionar por sus hechos, pero sin olvidar que son seres humanos y por lo tanto merecen un trato como tal, un trato humano”.
Rechaza, con conocimiento de causa, el planteamiento respecto a que los derechos humanos es una concepción propia de Occidente, debate inocuo desde hace décadas, según él. “Eso es falso… he viajado por todo el mundo y he constatado que cualquier persona, en cualquier parte, defiende y protege a los suyos… a ninguna madre le gusta que le arrebaten a su hijo… a ningún hombre o mujer le gusta que le hagan daño a su madre, padre o cualquier ser querido”. De ahí deviene, según su criterio, la responsabilidad y la obligación de cada Estado de proteger los derechos humanos de todos sus habitantes, a “cuidar de los suyos”.
Con la misma simpleza argumentativa deshace la ya agotada tendencia a sobreponer un grupo de derechos sobre otros. Para Eya Nchama, “de la unión de los derechos civiles y políticos, con los derechos económicos, sociales y culturales, se engendra una sociedad en desarrollo”. Ahora pudiera parecer una concepción evidente, de aceptación general, no obstante, recuerda que no era el caso, por ejemplo, durante los debates en la Conferencia de Viena de 1993, de la cual surgió un plan común sobre cómo fortalecer la labor de promoción y protección de los derechos humanos en el mundo, tras haber finalizado la Guerra Fría. En ese entonces aún se discutía qué derechos debían tener prioridad.
“Naciones Unidas… un espacio en el que todos podemos hablar”
Para la Conferencia de Viena, el defensor ecuatoguineano ya había acumulado casi dos décadas de intenso trabajo por diversas causas ante los mecanismos de Naciones Unidas, particularmente frente a la extinta Comisión de Derechos Humanos. Ahora ya suma el doble de tiempo y, si bien no frecuenta el Consejo de Derechos Humanos como lo hacía hasta el 2006 cuando este órgano sustituyó a la comisión, conoce a profundidad las dinámicas propias del ente multilateral.
“Naciones Unidas no existe como tal”, lanza la afirmación de manera desafiante durante nuestra entrevista, “son los diferentes lobbies que ahí confluyen los que definen este espacio… pero en él todos podemos hablar… ese es un gran logro”.
Para Eya Nchama, la información es la clave para hacer avanzar el trabajo de la defensa de los derechos humanos en Naciones Unidas. “Información, información y más información”, dice de manera categórica, “…el silencio es nuestro peor enemigo”, advierte suavizando el tono de su voz. Pero información “apegada a la verdad, transparente, imposible de cuestionar”, insiste. “Los violadores de derechos humanos hacen todo por tergiversar la información, la adecuan a su antojo”.
A esta conclusión arribó pronto en los primeros años de actividad en Ginebra. Desde su llegada a la ciudad helvética en 1973, participó activamente en movilizaciones para dar a conocer e informar sobre los abusos cometidos por la dictadura de Francisco Macías Nguema que se instalaba en su natal Guinea Ecuatorial. Esta actividad le valió ser catalogado como terrorista por el régimen, al extremo que en 1978, en una reunión de la entonces Subcomisión de Derechos Humanos, el embajador de su país pidió que lo expulsaran de la sala.
Tras un procedimiento formal a través del cual constataron la validez de su acreditación ante el organismo internacional, la solicitud de expulsión fue denegada y Eya Nchama no sólo pudo permanecer en esa reunión, sino que lo hizo por muchos años más. A partir de entonces, se propuso apoyar a quienes no podían entrar al recinto para denunciar violaciones de derechos humanos.
Un trabajo a favor de muchas causas
En aquellos años pudo constatar que no era sólo la dictadura de Guinea Ecuatorial la que hacía de todo por evitar que personas entraran a Naciones Unidas a denunciar las violaciones de derechos humanos, sino que era una práctica extendida. Entre esas víctimas a las que se les impedía el acceso -los Estados imponían toda clase de trabas y aún persisten algunas de ellas-, se contaban también muchas provenientes de países latinoamericanos que experimentaban regímenes dictatoriales responsables de masivas violaciones de derechos humanos.
Entre ellas estaban las Abuelas de Plaza de Mayo, de Argentina, quienes de manera pacífica permanecían afuera de las salas de deliberaciones, con sus pañuelos blancos característicos, solicitando entrar para denunciar a la dictadura argentina ante la comunidad internacional.
A las Abuelas, Eya Nchama les ofreció acreditarlas en nombre de la organización no gubernamental que él representaba con otros colegas – el Movimiento Internacional para la Unión Fraternal entre las Razas y los Pueblos-, y que contaba con el estatuto consultivo, credencial que otorga la ONU a las organizaciones para que puedan ingresar y participar en las reuniones. Desde ese momento, ellas pudieron ingresar a la Comisión de Derechos Humanos, pronunciar discursos y pedir la intervención de la organización internacional, como medida de presión para exigir justicia para sus denuncias y demandas.
Gracias a este hecho simbólico, fundamental como apoyo al trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo, Eya Nchama fue condecorado, el pasado 6 de junio, más de 30 años después, por el Gobierno de Argentina, en reconocimiento a su labor y compromiso con los derechos humanos.
“Las Abuelas forman parte de mi familia, las Abuelas son mis hermanas de Lucha, las Abuelas son mis hermanas simplemente”, dijo en su discurso en Argentina ante la presencia de organizaciones no gubernamentales y representantes del Estado, entre ellos el canciller argentino Héctor Timerman.
Las Abuelas de Plaza de Mayo… una lección para el mundo
“Se merecen el Premio Nobel de la Paz”, dice Eya Nchama, “nos han dado una gran lección de vida… nunca vi en ellas intención de venganza por lo que sufrieron, sólo han exigido justicia por los hechos de las que fueron víctimas”, añade.
Él y las abuelas coincidieron esta semana en varios eventos organizados por el Gobierno de Argentina para reconocer la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. También se reunieron en el país suramericano con ocasión de la condecoración que recibió el defensor ecuatoguineano, la cual fue promovida por ellas mismas.
“Fue algo maravilloso que pocas semanas después del reconocimiento que me otorgaron, Estela haya podido encontrar a su nieto luego de 36 años de búsqueda”, dice con alegría en referencia a Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación de las Abuelas de Plaza de Mayo. En agosto pasado la defensora por fin conoció a su nieto Guido, que fue dado en adopción ilegal durante la dictadura militar, luego que a su hija y a su cónyuge los desaparecieran las fuerzas militares.
Derechos humanos, Naciones Unidas y Guinea Ecuatorial
Sobre la situación de derechos humanos en su país natal es escéptico. “Qué se puede esperar de un Estado en el que el propio Presidente manipula la Constitución Política, que él mismo hizo aprobar en noviembre de 2011… en 2012 nombró a su hijo como vicepresidente segundo de la República, cargo que ni siquiera existe”, dice Eya Nchama, queriendo decirlo todo en una sola frase.
Guinea Ecuatorial fue examinado en mayo pasado en el Examen Periódico Universal (EPU). Organizaciones de la sociedad civil provenientes del país dan cuenta que a pesar de la disposición del Estado a aceptar recomendaciones de sus pares en el seno del Consejo de Derechos Humanos, en la práctica, no hay ninguna voluntad a implementarlas.
“De derechos humanos sólo se habla cada vez que va a ocurrir el examen”, dice un defensor que se hizo presente en Ginebra con ocasión de la adopción del informe final sobre el EPU de Guinea Ecuatorial.
“Para la situación en el país, el EPU no tiene ningún efecto en el corto plazo”, afirma Eya Nchama, “pero sí lo tendrá en el largo plazo”, afirma con un halo de optimismo. Considera como un avance importante el hecho que el mecanismo permite de manera periódica escuchar los problemas de derechos humanos de todos los países. Recuerda que durante décadas en la Comisión de Derechos Humanos sólo se debatía sobre la situación de derechos humanos de los débiles, de los países pobres. Ahora, todos los Estados son examinados, a todos se les hacen recomendaciones de cómo avanzar en el campo de los derechos humanos.
Para conocer más sobre la vida de Cruz Melchor Eya Nchama visite su página web
Akiba, mong ya’nvok. Gracias por tu trabajo, tu trayectoria y tu sacrificio por los derechos de los más débiles.