Por: Ira Nahomi*

 

París, 1 de diciembre.- El día de ayer inició en Le Bourget, ciudad periférica de París, la 21ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, denominada COP por sus siglas en inglés (Conference Of The Parties) y, a su vez, la 11ª Reunión sobre el Protocolo de Kioto. El acto inaugural fue encabezado por el presiente de Francia, François Hollande, el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, y el Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Laurent Fabius, quien fue investido como presidente de la Conferencia.

Al acto asistieron 150 jefes de Estado, bajo medidas de seguridad mucho más fuertes de las previstas inicialmente debido a los ataques terroristas ocurridos el pasado 13 de noviembre en la capital francesa. Más dos mil efectivos entre militares y policías custodiaban milimétricamente el perímetro del complejo en el que se desarrolla la Conferencia de once días: el Parc de Expositions Paris-Le Bourget, al cual periodistas y asistentes ya han denominado el “bunker”.

Toda el área metropolitana de París continuará bajo medidas seguridad, como viene siendo tras los ataques contra Charlie Hebdo el pasado 7 de enero, y que fueron reforzadas tras los recientes atentados. De hecho, la vigente prohibición de concentraciones en el territorio francés, producto del estado de urgencia declarado por el presidente Hollande la noche del 13 de noviembre, canceló las marchas por el cambio climático, aunque hubo pequeñas aglomeraciones y actos espontáneos.

El canciller francés comenzó su discurso agradeciendo a los asistentes por su presencia a pesar de los recientes actos terroristas: “ustedes demuestran que la civilización y la solidaridad son mucho más fuertes que la barbarie”. Fabius señaló, además, que la lucha contra el cambio climático y el combate al terrorismo son las prioridades del gobierno francés, ante lo cual surge la duda de si el presupuesto destinado para ambas luchas y la voluntad política son similares.

En otro sentido, el canciller mostró su preocupación por los hechos que evidencian el cambio climático: “2014 ha sido el año más caliente jamás registrado y 2015 sera aun peor”, dijo, e instó a todos los jefes de Estado y a sus representantes en las negociaciones a alcanzar un acuerdo climático «universal, diferencial, justo, duradero y jurídicamente vinculante”.

Por su parte, François Hollande resaltó la importancia histórica de la Conferencia y la responsabilidad que recae sobre todos Estados. “Nosotros debemos marcar una trayectoria creíble que permita contener el cambio climático y reducir en 1.5°C o 2ºC (la temperatura media global) si es posible”, indicó el presidente francés, quien aseguró que ese es principal objetivo de la Conferencia.

Hollande insistió en la importancia de llegar a acuerdos sobre transferencia de tecnología, modos de transporte limpios, agroecología y acceso a todos los bienes públicos mundiales: “los buenos sentimientos no son suficientes… nosotros no podemos seguir considerando la naturaleza como una reserva de recursos destinada solo a nuestra realización”, afirmó.

Así mismo, destacó su preocupación por «los refugiados que genera el cambio climático», lo cual resulta irónico tomando en cuenta que las medidas asumidas por su gobierno frente a la crisis de los refugiados de Medio Oriente y el Norte de África han sido mínimas, no responden a la crisis humanitaria inmediata y no atacan las causas del problema de la migración forzada: la guerra y la pobreza.

Entre tanto, Ban Ki-Moon resaltó el coraje del presidente Hollande por mantener la convocatoria de la Conferencia pese a los actos terroristas, explicó el gran reto al que la humanidad se enfrenta con el cambio climático y destacó la voluntad de triunfo que hay sobre él. Por ello exhortó a los jefes de Estado a “dar instrucciones a sus ministros y negociadores para escoger la vía del compromiso y la flexibilidad”.

Otros protagonistas de la inauguración de la Conferencia, por ser las potencias económicas mundiales, fueron el presidente de China, Xi Jinping, y de Estados Unidos, Barack Obama. El primero, dirigente de la principal economía mundial que es, a su vez, el país que actualmente genera más emisiones de CO2 y uno de los principales generadores de CH4 (metano), citó una frase de Víctor Hugo en su discurso: “cuando uno se enfrenta a desafíos extremos, hay que tomar decisiones extremas”. Así mismo, expresó su confianza en llegar a un acuerdo en el que todos salgan ganando.

Por su parte, Barack Obama, dirigente del segundo país que más genera CO2 en el mundo, aseguró: “estamos conscientes de que nosotros somos la fuente de este problema: por eso multiplicamos los esfuerzos para actuar”.

Las regiones del planeta que experimentan las más graves consecuencias del cambio climático se encuentran en África, Asia, Europa del Este, América Latina y el Caribe. Algunos países como Honduras, Guatemala, México, Argentina y Brasil, han sufrido cambios y fenómenos naturales que dejan en evidencia las consecuencias del calentamiento global. Varios de los jefes de estos Estados tuvieron discursos críticos y reivindicativos, pero no tan contundentes y dispuestos a cambios como la realidad de sus países lo demanda.

Los discursos más destacados de los mandatarios latinoamericanos fueron el del presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien se mostró poco optimista por los resultados que pueda arrojar esta Conferencia y el del boliviano Evo Morales, quien se destacó por su fuerte crítica al capitalismo del que dijo «ha fomentado, introducido e impulsado la fórmula más salvaje y destructiva de nuestra especie, convirtiendo todo en mercancía para beneficio de unos cuantos». Morales presentó la propuesta de crear un marco jurídico vinculante, que obligue a los Estados, empresas y particulares a asumir la responsabilidad del daño medioambiental causado por sus actividades, lo cual resulta contradictorio toda vez que su gobierno ha fomentado una política extractiva en áreas naturales protegidas.

De otro lado, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, abogó por el “crecimiento sostenible” y la convivencia entre la protección del medioambiente y el desarrollo económico. Una postura poco coherente con la realidad de su país, que posee leyes muy flexibles para las concesiones mineras y la industria transnacional pesada de cualquier tipo, que en muchos casos incumplen tratados nacionales e internacionales de protección ambiental y de las personas, mientras que el mayor porcentaje de los beneficios económicos que puede derivar de ese tipo de industrias se queda en manos del capital extranjero. Por esta razón, es difícil ver en territorio mexicano ejemplos del “crecimiento sostenible” al que se refirió Peña Nieto.

Por su parte, Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, tenía sobre sí muchos focos de atención ya que sobre su país recae parte importante de la responsabilidad del éxito de esta Conferencia: la brasilera es una de las principales economías de la región y del mundo y su industria figura entre los grandes emisores de CO2. La presidenta mencionó el reciente y mayor desastre medioambiental de su país, en Mariana (Minas Gerais), que fue producido por el rompimiento de una presa de residuos mineros y que traerá serias consecuencias para la empresa responsable. Rousseff se mostró de acuerdo con el presidente de Bolivia, y otros de la región, en el apoyo a la adquisición de compromisos legales vinculantes que obliguen a los Estados a cumplir lo que prometen, pese a que la realidad de su propio país sea muy próxima a la descrita en México.

Los principales obstáculos que se vislumbran en estos once días de negociaciones son el papel y las responsabilidades que asumirán los países petroleros. Venezuela, el principal de ellos en América Latina, no estuvo representada por su presidente en este acto inaugural y, al igual que Cuba, Nicaragua y Panamá, no presentó previamente su plan de transición energética como parte de la contribución nacional para que la elevación de la temperatura media global no exceda los 2ºC. Dichos planes fueron presentados por 170 de los 196 países que asisten a la Conferencia.

Otro gran obstáculo es la disposición que los países en vía de desarrollo puedan tener a frenar el crecimiento económico nacional en beneficio de la protección ambiental a gran escala y su capacidad económica de comenzar a optar por energías renovables.

Sin embargo, para los defensores del medioambiente, ingenieros ambientales y químicos, pequeñas empresas de energías renovables y expertos en el tema, el gran obstáculo no son las voluntades políticas y los intereses de cada Estado, sino los temas que quedaron por fuera de la agenda de esta Conferencia. Lamya Essemlali, presidenta de la Asociación Sea Shepherd, así lo comentó a medios de comunicación: “existen muchos temas que no se abordán en la Conferencia, como el de la industria cárnica (crianza de animales para el consumo humano), principal causante de la deforestación del planeta y generador importante de CH4”.

En este marco inició la COP21 que lidia, además, con que la discusión sobre el terrorismo, las alianzas y discrepancias en cuanto a cómo se combate, así como las confrontaciones directas entre Estados, como Rusia y Turquía, no se lleven el protagonismo y opaquen su razón de ser: frenar el cambio climático. Los días que siguen prometen ser intensos, contra reloj, con mucha presión y serán el escenario donde se evidenciará el poder de algunos Estados, sus grupos de aliados y la postura que predomina ante este problema nunca antes confrontando por la humanidad.

*Colaboración especial para Panorama